Detalles Lleonart era apenas un pequeño negocio familiar cuando llegó la Covid-19 a Cuba. “Por el incremento de los casos positivos de Covid nos vimos obligados a cerrar el salón, pero nos mantuvimos como cafetería y con el servicio a domicilio que era lo que nos distinguía. Fue una decisión acertada. Nuestros trabajadores se mantuvieron activos y nos convertimos en el sitio preferido donde los matanceros compraban por ejemplo croquetas, papas rellenas y coctel de frutas” explica Ariadna García Romero, administradora de Detalles.
Tres años de experiencias en el mundo de los negocios y pasada la pandemia, tuvieron la oportunidad de abrir su propio restaurante. Hoy, convertidos en mipyme, han cambiado la forma de ver la gastronomía y la coctelería en la ciudad, siendo uno de los emprendimientos más conocidos de Matanzas.
Precisamente José Pablo, junto a su padre, han llevado Detalles Lleonart más allá de un proyecto familiar y empresarial. Se convirtieron en los gestores de eventos que, apoyados por la Asociación Culinaria y la de Cantineros, pretenden mejorar el trabajo de los cocineros y bartenders de los restaurantes y bares más famosos de la ciudad.
A toda esta gestión sumamos la responsabilidad social que tienen con la comunidad, al apoyar con regularidad a la casa de niños sin amparo filial y a las familias vulnerables de la zona donde se encuentra su restaurante principal, con cenas en fechas específicas como Noche Buena y Fin de año.
Detalles Lleonart: la mipyme
Poco a poco el negocio de padre e hijo se ha expandido por la ciudad. Arrendaron un espacio para abrir Molino Rosso, y próximamente tendrán presencia en el reconocido Litoral Matancero y en Laguna de Maya, operando siempre con la marca y la identidad de Detalles.
Casos de éxito como este abundan en el país luego de la aprobación de las micro, pequeñas y medianas empresas. Sin embargo, opiniones y debates en las redes sociales apuntan, desde hace unas semanas, a poner en tela de juicio el funcionamiento y la manera de gestión de estos actores económicos. Algunos, hasta consideran que son los responsables de la devaluación del peso cubano, que tiene consecuencias para el funcionamiento del mercado y las finanzas de la Isla.
“Se demoniza a la mipyme quizás porque se desconoce el funcionamiento de la misma. Para adquirir un producto y ponerlo en oferta el empresario debe perseguir el dólar, que hasta el momento no cuenta con un precio fijo en el mercado informal, por tanto, sube el precio para importar los productos. Los mismos se venden en pesos cubanos sacando un margen de beneficios para recuperar la inversión con una ganancia. Se compra nuevamente el dólar para seguir importando bienes y así cerrar el ciclo. Es un proceso complejo.
“Actualmente intentamos mantener un precio acorde a los tiempos, sin embargo, desde la reestructuración monetaria nos hemos visto obligados a subir algunos, sobre todo por la inestabilidad del dólar, aunque intentamos que los bolsillos de nuestros clientes no se vean tan afectados”, nos comenta José Pablo Lleonart Garrote, uno de los socios de la mipyme.
La necesidad de contar con proveedores o un mercado mayorista donde adquirir ciertos productos es tema recurrente entre las necesidades de los empresarios. Es un pedido desde el 2021, cuando en el país se emitieron decretos leyes referidos al trabajo por cuenta propia. En la actualidad la insatisfacción permanece, los mercados que existen, cuando ofertan, no se acercan a los precios competitivos que se necesitan. Los Mercabal, por ejemplo, que en algún momento se consideraron la luz al final del camino, quedaron obsoletos.
“Las micro y medianas empresas nos favorecen, especialmente para comprar algunos productos que normalmente en una tienda en MLC son costosos. Es decir, prefiero comprar a otra mipyme, que además de ofrecer precios más competitivos nos beneficia con descuentos si adquirimos determinada cantidad”, agrega José Pablo.
Otro apartado especial lo ocupa lo relacionado con los impuestos, que consideran bastante agresivos en el mundo empresarial cubano: 10 por ciento sobre las ventas sin descontar gastos y 35 por ciento sobre las utilidades.
“Y la tendencia es que sigan aumentando como resultado de las medidas y resoluciones que salen constantemente. Normalmente en el mundo funciona de cierta manera. Empresas de nueva creación tienen facilidades para recuperar inversiones, para organizarse. En Cuba no sucede así. Existe algo que se llama impuesto de gracia que normalmente tiene una persona cuando crea la mipyme con el objetivo de comprobar si la empresa funcionará o no. En el país este período es muy corto. Cuando te refieres a la estabilidad de un negocio estás hablando de años, quizás tres, quizás cinco. En nuestro caso son apenas tres o seis meses. Este tiempo no es representativo para una mypime. Carece de oportunidades”.
A pesar de todas estas trabas a las que se enfrentan los empresarios en Cuba, como José Pablo y su padre con Detalles Lleonart muchos deciden emprender dentro de la Isla contribuyendo a una economía que ahora más que nunca necesita dinamizarse y diversificarse.
“Las mipymes abren de alguna manera una nueva etapa en la economía cubana. Es cierto que la pandemia nos afectó y el mercado se regía por la oferta y demanda. Como escaseaban los productos los precios se elevaron de manera abismal. Recuerdo que un litro de aceite podía costarnos hasta 1500 pesos y gracias a la posibilidad de importación de las micro y pequeñas empresas este producto bajó a más de la mitad de aquella escandalosa cifra.
“Es posible que falte un poco de organización y cultura a la hora de vender. En la calle te puedes encontrar cualquier tinglado con las ventas, pero no por esto se deja de reconocer que han sido la solución ante la escasez de artículos”, concluye.